NIÑOS DEL SIGO XVI (III): IMÁGENES SEDUCTORAS DE LA INFANCIA

Abandono de niños en conventos

En 1598, un médico y militar español, preocupado por el estado de la sociedad de su época, mientras se dedicaba a atender a pobres y mendigos en los albergues creados por él mismo, publicó un ensayo donde se dedica a diferenciar a quienes efectivamente merecían ser socorridos, en oposición a los farsantes que explotaban la generosidad de sus contemporáneos. Los niños eran algunos de esos desamparados, en ocasiones lesionados por sus propios padres, para utilizarlos en la mendicidad. A ellos correspondía ponerlos a trabajar desde muy temprana edad, para que aprendieran a mantenerse solos, en lugar de imitar el comportamiento de los adultos que los utilizaban.

A partir de los siete años, los niños se supone que deben comportarse como adultos, dejando de ser solo “consumidores”, para convertirse en “contribuidores”. (…) Los niños llegan a ser económicamente productivos a la edad de siete años. (Cristóbal Pérez de Herrera: Discurso del amparo de los legítimos pobres)

Baldasarre Peruzzi: Ganimedes

Durante el Medioevo, los pintores representaban a los niños, no como podían verlos si se hubieran librado de prejuicios culturales, sino como adultos en miniatura. Atrás habían quedado las imágenes de la Antigüedad, que planteaban, por ejemplo figuras de bebés alados, bajo la forma de Cupidos; o figuras de adolescentes que exhibían sus cuerpos sin ropas e indefensos, de acuerdo al modelo del joven Ganimedes, pastor raptado por el insaciable Zeus.

Correggio: Virgen de la canasta

Para la mentalidad cristiana, hasta la figura del niño Jesús, representado en los brazos de su madre, tenía las características de un adulto de tamaño reducido.  Solo hacia el final del Medioevo reaparecen en el arte europeo las imágenes del jovencito y la del niño Jesús, primero vestido, luego desnudo, para demostrar su pertenencia a la humanidad.

Los putti (niñitos desnudos y sonrientes, de cabellos rubios ensortijados, provistos de alitas) que se muestran solos o con mayor frecuencia en grupos, proliferan en los tapices y murales de ambientación mitológica o religiosa del Renacimiento. No son por ello el centro de las imágenes elaboradas por Andrea Mantegna, Carlo Crivelli, Raffaello Sanzio o Michelangelo Buonarotti.

Rafael: Detalle de pintura

Los putti solo se encargan de ornamentar las composiciones. Ellos ocupan los rincones y los bordes de la representación central, como si se tratara de un suplemento que no requiere de mayor justificación.  Las figuras infantiles pueden acompañar a una Venus desnuda o una Virgen María por igual. Son inocentes, pero tienen sexo (por lo general, masculino) a diferencia de los ángeles epicenos y adolescentes, que visten túnicas y parecen epicenos.

Guido Reni: Putti peleando

Ellos juegan, siempre sonrientes, regordetes, prescindibles. Con frecuencia miran al espectador que los contemplan, sin el menor atisbo de culpa. Se los presenta como objetos decorativos, convencionales, libres de toda sospecha de servir como vehículo de excitación pedofílica, a pesar de lo cual (de acuerdo a la mentalidad actual) parecen demasiado predispuestos a exhibir sus nalgas y pequeños genitales.

Correggio: Virgen con Niño Jesús y ángel

En el caso del Niño Jesús, la ostentación del sexo, es apoyada con frecuencia por el gesto de la Virgen que le separa las piernas, para no dejar dudas respecto de su masculinidad. Ese gesto cumplía una doble función: demostrar que Jesús era efectivamente humano y subrayar que el Hijo de Dios era un varón, dato fundamental que permitía oponerlo a las impurezas y pecaminosidad inherentes a la condición de la mujer.

Al amparo del culto cristiano, los pintores del Renacimiento desarrollaron las imágenes infantiles de María, Juan Bautista y las de los anónimos Santos Inocentes, que no se entiende muy bien por qué, suelen representarse desnudos, yendo hacia los cuchillos de sus verdugos, mientras que en forma paralela los escritores cristianos redactaban historias edificantes de niños piadosos, algunos felices y otros mártires, que debían servir de modelos de vida (también de muerte) a toda la infancia.

San Luis Gonzaga

San Luis Gonzaga, por ejemplo, podía exhibir entre sus virtudes heroicas, el haber renunciado a los privilegios de su nacimiento, en el seno de una familia de la nobleza italiana, que esperaba convertirlo en un jefe militar. El joven, en cambio, decidió ingresar a una orden religiosa. La muerte lo alcanzó tempranamente, por atender a los enfermos de una epidemia. Era una historia con una moraleja inquietante: el premio a la bondad y el renunciamiento, no era otra cosa que la muerte.

La incorporación de niños a las representaciones del mundo contemporáneo, creció durante el siglo XVI. Ellos suelen presentarse vestidos, a diferencia de los niños mitológicos, y aportan datos anecdóticos, pintorescos, a las escenas del mundo real, aunque no lleguen a adquirir protagonismo.

Los niños acompañaban a los adultos en sus actividades cotidianas, eran percibidos como parte (accesoria, pero de todos modos visible) de un mundo que valía la pena preservar en la memoria. Por eso se comenzaba a retratarlos, vivos o muertos. Los niños de entonces, eran engendrados por sus padres a sabiendas de que probablemente  muchos habrían de morir durante los primeros años. Puesto que no se sabía cómo evitar esa pérdida ¿por qué apegarse demasiado a ellos? Podía suceder y ocurría, si era la voluntad de Dios. Después de todo, morir temprano era una de las alternativas para no acumular tantos pecados como era inevitable entre los adultos.

He perdido a dos o tres hijos que se criaban fuera, no sin dolor, pero sin enfado. (Miguel Montaigne: Ensayos)

En España, los niños que superaban de manera inexplicable una enfermedad grave, eran representados plásticamente, a través de los ex votos encargados de pregonar la gratitud de los padres al santo milagroso al que se habían encomendado. Una de las novedades del arte del siglo XVI, es la aparición del retrato de niños muertos, que intentaban ser recordados por sus parientes. En ocasiones, la madre o el padre son representados junto al hijo muerto, como prueba del dolor que ellos experimentan.

Marcus Gheeraerts: RTetrato de familia (1596)

Las familias adineradas de Francia e Inglaterra donaban pinturas y vitrales a las iglesias que patrocinaban, donde aparecen representadas en su totalidad, incluyendo tanto los hijos que sobrevivieron, como los muertos. Hasta poco antes, esa idea hubiera carecido de sentido, porque los niños no contaban demasiado.

Utilizar a los niños para lo que se le antojara a un adulto, sin tomar en cuenta las consecuencias que la decisión tuviera en la víctima, era una operación éticamente neutra para la mentalidad dominante en el siglo XVI. ¿Por qué no hacerlo, si resultaba tan fácil intentarlo, si no se hablaba demasiado del tema, si nadie se oponía? Mientras los niños no crecieran demasiado, ni fueran capaces de oponer resistencia al maltrato, podía hacerse con ellos prácticamente lo mismo que se hacía con los animales domésticos, excepto faenarlos para resolver el problema de la hambruna en Irlanda (como propuso el humorista Jonathan Swift a comienzos del siglo XVIII).

En el caso de los castrati, la sociedad consideraba que era correcto alterar drásticamente la sexualidad de los niños que revelaran condiciones para el canto, con el objeto de mantener el registro de sus voces, cercano al de las mujeres, tal como se hacía con los pollos y borregos, para que engordaran y suministraran carne más sabrosa.

En 1556, el Papa Inocencio XI había prohibido el canto de las mujeres en público (con la excusa de evitar el cómodo acceso del clero a personas que practicaban la prostitución) abriendo el camino a la participación en teatros y templos de adolescentes y castrados mayores de edad, como sucedió a partir de 1562. La idea de castrar a jovencitos para dedicarlos al servicio del culto religioso o la administración pública no era nueva. Chinos, egipcios y otomanos confiaron durante siglos a los eunucos la administración pública, en la confianza de que ellos, por carecer de descendencia propia, se encontrarían menos predispuestos a la corrupción habitual entre los burócratas que intentan perpetuarse.

La fabricación de eunucos llegó a ser una próspera industria. En ciertos casos, la mutilación era solicitada por las mismas víctimas o sus familias, que aspiraban a obtener beneficios económicos. La operación era efectuada por los barberos, que tanto cortaban el pelo, como arrancaban muelas o extirpaban genitales. Si la castración clausuraba definitivamente ciertas posibilidades del cuerpo afectado, abría sin embargo el camino para una carrera profesional codiciada por muchos.

Los niños estaban con los adultos en la vida cotidiana, y cualquier agrupación de trabajo, de diversión o de juego reunía simultáneamente a niños y adultos; por otro lado, la gente se interesaba particularmente en la representación de la infancia por su aspecto gracioso o pintoresco (el gusto por lo pintoresco anecdótico se desarrolla durante los siglos XV y XVI) (…) Hoy en día tenemos tendencia (…) a separar el mundo de los niños del de los adultos; mientras que la otra idea anuncia el sentimiento moderno de la infancia. (Philippe Ariés: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen)

Pieter Brueghel: Detalle de Juego de niños

Los niños representado en 1560 por Pieter Brueghel en Juegos de niños, no son figuras estilizadas, que se aíslan del mundo real. Aunque se trata de una descripción sistemática de decenas de actividades distintas, por ellas podemos informarnos sobre lo que ocurría en las calles de una ciudad holandesa de la época. No cuesta mucho constatar la ausencia de juguetes. Son actividades lúdicas que no requieren demasiado equipamiento. Si se excluyen objetos de cierta complejidad, como una muñeca y un caballito de madera, los niños de Brueghel emplean objetos cotidianos, probablemente elaborados por ellos mismos, con el objeto de relacionarse con sus pares, sin que se advierta la interferencia de los adultos.

En contra de lo que creen autores como [Philippe] Ariès, sí existía un concepto de niñez en el siglo XVI. A caso se volviera más complejo a través de los siglos, pero, no obstante, los escritores estudiados del siglo XVI apreciaban que los niños eran diferentes de los adultos y tenían clara conciencia de las foirmas en que los niños eran diferentes: pasaban por reconocibles etapas de desarrollo; jugaban, requerían disciplina, educación y protección. (Linda A. Pollack: Forgotten Children)

Ante la mirada de los adultos abusadores, la indefensión de los menores los volvía entonces, como ahora, más atractivos. En 1574, en Francia, el campesino Gilles Garnier fue juzgado y condenado a muerte por haber asesinado a varias personas (entre las cuales, varios niños) con el objeto de devorar su carne en compañía de su esposa. Se lo consideró un hombre lobo, que habría hecho un pacto con el diablo.

Retrato de niños (1579)

Desde fines del siglo XVI, los niños menores de cinco años, solían ser vestidos con ropas de niñas (una costumbre que no desapareció hasta avanzado el siglo XX). Algo parecido ocurría con el peinado. Faldas y enaguas se combinaban con tiras de tela cosidas a los hombros (riendas o traíllas) con las cuales las nodrizas podían sujetar a los niños como si fueran mascotas domésticas y moverlos o frenarlos a su antojo. Llegados a los cinco años, la ropa de los niños pasaba a imitar la ropa de sus padres.

La familia moderna puede concebirse sin afecto, pero en ella están arraigados el cuidado del niño y la necesidad de su presencia. Esta civilización medieval había olvidado paideia de los antiguos e ignoraba todavía la educación de los modernistas. (…) Nuestra sociedad depende hoy día (y lo sabe) del éxito de su sistema educativo. (Philippe Ariès: El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen)

Acerca de oscar garaycochea

Dramaturgo, guionista de cine, libretista de TV, docente especializado en dramaturgia audiovisual, blogger empecinado en aprovechar lo que le queda de vida en comunicarse.
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